domingo, 29 de junio de 2014

El color índigo, ese color que algunos niños conocen bien, y que para la mayoría de los hombres es simplemente violeta o azul (porque los hombres solo vemos 16 colores). ¿Qué sabemos de él? Acá va un resumen.


Cuando uno es chico, todo es azul, amarillo, rojo, verde… después vamos conociendo más detalles y matices. Así aparecen el magenta, el carmesí, el ámbar y… el índigo. Bueno, este azul tan especial tiene una historia.

El índigo es uno de los tintes más antiguos usados en tintura textil. Existen evidencias que indican que se ha usado como tintura en civilizaciones antiguas de la Mesopotamia y en sitios como Egipto, Grecia, Roma y en Perú. Pero fue en la India en donde todo nació. De hecho, la palabra griega para tintura, “indikon”, viene de índigo (en latín era “indicum”) y está vinculada con la India. En Wikipedia cuentan que hay una tablilla neobabilónica en escritura cuneiforme del s. VII a. C. con una receta para teñir lana, en la que cuenta que la lana coloreada con lapislázuli (uqnatu) se producía por inmersiones repetidas y aireando la prenda.

El colorante índigo era extraído de una un variedad de plantas, las del género Indigofera, que también estaban presentes en América:




Cerca de 1580 a. C. el Faraón de por entonces decidió que las velas de su barco estarían teñidas de este azul, para que todos los que estuviesen en el Nilo pudieran identificar rápidamente al barco de la familia real y se apartaran a su paso. Como lograr este púrpura intenso en una tela tan grande era un proceso costoso, pasó a ser también símbolo de riqueza.

En 1883 el químico alemán Adolf von Baeyer logró la primera síntesis de índigo artificial, un hallazgo que le valió el Nobel en 1905. El método era muy complejo como para reemplazar al índigo natual, pero una década después el suizo Karl Heumann consiguió la síntesis adecuada para uso industrial. Uno de los nombres que recibió por entonces el índigo artificial fue “azul de Prusia”.

El colorante no pudo haber llegado en mejor momento: la revolución industrial estaba cambiando el mundo textil y se necesitaban formas de teñir grandes cantidades de productos. Fue este químico el que eligió Loeb Strauss (pista: después se cambió el nombre a Levi) para sus pantalones baratos de denim que muchos mineros compraron y que hoy son nuestros amados jeans azules.



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